Diamante Negro



Diamante Negro consigue pintar el retrato de una generación evocando aquello que no vemos por tenerlo siempre delante de las narices, intentando ofrecernos ante todo una mirada nueva, aunque al final lo consigamos poco y cada semana sea clavada a la anterior. Pasando por encima de lo superfluo para señalar directamente lo esencial que constituye nuestro cotidiano, sus letras sencillas y eficaces hacen que te duelan partes del corazón que ni siquiera sabías que tenías. Como una hostia en la cara y una caricia en los huevos. Todo junto. Como cuando te llama tu ex y te dice que las cosas le van de maravilla y todo eso, que jode un poco, pero es bonito. Y a todo esto ni siquiera tienes tiempo de preguntar aquello de: oye, ¿pero qué cojones ha pasado con el punk?, porque de repente se suben esos tres chavales raros al escenario (uno como muy tirillas y luego el pelirrojo y luego el otro ése que siempre da la sensación de haberlo visto en otra parte, quizás por las gafas y el bigote) y tú te pones a bailar y se te olvida todo. Excepto que portarse mal a veces está bien. Jaime Salom, 2022

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Diamante Negro consigue pintar el retrato de una generación evocando aquello que no vemos por tenerlo siempre delante de las narices, intentando ofrecernos ante todo una mirada nueva, aunque al final lo consigamos poco y cada semana sea clavada a la anterior. Pasando por encima de lo superfluo para señalar directamente lo esencial que constituye nuestro cotidiano, sus letras sencillas y eficaces hacen que te duelan partes del corazón que ni siquiera sabías que tenías. Como una hostia en la cara y una caricia en los huevos. Todo junto. Como cuando te llama tu ex y te dice que las cosas le van de maravilla y todo eso, que jode un poco, pero es bonito. Y a todo esto ni siquiera tienes tiempo de preguntar aquello de: oye, ¿pero qué cojones ha pasado con el punk?, porque de repente se suben esos tres chavales raros al escenario (uno como muy tirillas y luego el pelirrojo y luego el otro ése que siempre da la sensación de haberlo visto en otra parte, quizás por las gafas y el bigote) y tú te pones a bailar y se te olvida todo. Excepto que portarse mal a veces está bien. Jaime Salom, 2022


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